«Oye, Bob Dylan no es negro, ¿verdad?»
Unas chavalitas a muchos, muchísimos metros de distancia del escenario, jugaban a cartas alrededor de su aparato de música. No sonaba Dylan, claro. «Le conocemos de nombre, a mis padres les gusta», comentaba Aizea, que junto a Cristina, Elisabeth, Naiara, Ane, Nagore e Irati, estaban pasando, a sus catorce años, una tarde estupenda. Aunque tenían una dificil misión: negociar. «Algunas nos vamos a quedar, pero otras aún tenemos que conseguir que nos dejen nuestros padres. Les llamaremos por el móvil para convencerles». Pero también había que aclarar otras cuestiones. «Oye, Bob Dylan no es negro, ¿verdad?», preguntó una de ellas. «Es que dos de nuestras madres nos decían que sí, y nosotras decíamos que no. Yo creo que lo han confundido con Bob Marley». Estaban encantadas, aunque evidentemente ellas hubieran elegido otro cartel. «Si hubieran tocado El Canto del Loco habría venido aún más gente».Menos mal que nos les oyeron Ángel, Joaquín, Iñaki y Agustín, que estaban en primera fila con sus camisetas de Dylan, y venían de ver a su ídolo en Villalba y Valladolid. «En Valladolid hacía un calor horrible y el sonido era malísimo, aquí está todo muy bien preparado», aseguraban. También le vieron en la gira del 92 y en el 99 en Madrid, y en varias ciudades en 2004. Sabían que Dylan nunca tocan Knockin’ On Heavens Door o Hurricane, pero soñaban con que un día pudieran escucharlas. «Con sus letras, es el artista perfecto para un concierto por la paz», aseguraban.
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javi -